La ejecución de la decisión
La cuarta propiedad que debe cumplir toda decisión es que debe incorporar el modo de llevarla a la práctica. Si la consideración de los requisitos y condicionantes de la decisión es la parte más difícil del proceso, la ejecución de la decisión es la que suele requerir más tiempo.
Cualquier decisión carece de eficacia si no incorpora un compromiso de actuación. De hecho sólo se quedará en una buena intención mientras no se traslade a tareas concretas con responsables particulares.
La ejecución de la decisión exige poder responder a distintas preguntas:
- ¿Quién debe llevarla a cabo?
- ¿Qué es lo que debe hacerse?
- ¿Para cuándo ha de estar hecha?
- ¿Quién más debe conocer la decisión tomada?
- ¿Cómo ha de ser la tarea para que quienes deben ejecutarla puedan hacerla?
Con excesiva frecuencia algunas de las preguntas anteriores no se consideran o se dejan sin respuesta, lo que trae unas consecuencias nefastas.
Además las acciones determinadas por la decisión han de ser ajustadas a las capacidades de quienes las deben realizar. Esto es particularmente importante cuando las personas implicadas hayan de cambiar de hábitos o comportamientos. Hay que asegurarse que los designados son capaces de cumplir con su responsabilidad y establecer los indicadores, metas e incentivos idóneos.